Gauguin y el salvaje interior
Mujer tahitiana, 1894
De sus pinturas de Martinica, opinó Van Gogh:
«¡Formidables! No fueron pintadas con el pincel, sino con el falo.
Cuadros que al mismo tiempo que arte son pecados (...) Esta es la gran
pintura que sale de las entrañas, de la sangre, como el esperma sale del
sexo».
Dos mujeres tahitianas - 1899-
La exposición aborda tres cuestiones que van encadenándose e
interrelacionándose. La primera, y fundamental, es la figura de Paul
Gauguin, cuya huida a Tahití, donde reconquistó el primitivismo por
la vía del exotismo, funciona como hilo conductor de todo el
recorrido. Sus pinturas icónicas, creadas a través del filtro de
Polinesia, no sólo se han convertido en las imágenes más seductoras del
arte moderno sino que además
ejercieron una influencia esencial en los movimientos artísticos
de las primeras décadas del siglo xx, como el fauvismo francés y el
expresionismo alemán. La segunda trata del viaje, el viaje como escape
de la civilización,
que servirá de impulso renovador a la vanguardia, y el viaje
como salto atrás a los orígenes, a ese estado edénico, utópico y
elemental que anhelaba el primitivismo. La tercera, y última, se refiere
a la concepción moderna de lo
exótico y sus vinculaciones con la etnografía.
Te pape nave nave (detalle), 1898
Franz Marc: Zorro negro azulado, (detalle) 1911
Los cerdos negros (detalle), 1891
Haere mai, (detalle) 1891
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